domingo, 13 de diciembre de 2009

Nuestro Kamikaze

FIRMA INVITADA

FRAN GUILLÉN

Pocos jugadores hay en el baloncesto español tan ciclotímicos como Sergio Rodríguez. Quizá porque también hay pocos equipos tan impredecibles como el Estudiantes, el club en el que se formó y del que parece haber copiado su carga genética, tanto para lo bueno como para lo malo.
Tras meses de sinsabores y un comienzo de temporada que no invitaba precisamente al optimismo y en el que incluso ya se comenzaba a especular sobre el equipo en el que encajaría el canario en su vuelta a Europa, el ‘Chacho’ nos sorprendió el pasado día 30 de noviembre con la mejor actuación individual que le hemos visto desde su desembarco en las Américas. Un partido que, sin embargo, analizado fríamente, deja sensaciones contrapuestas.
Obviamente, creo que a nadie se le escapa que Sergio Rodríguez es un jugador puramente NBA, tanto por talento como por estilo de juego. Y vaya por delante que soy el primero que confía ciegamente en sus aptitudes (nadie que lo viese en su día en aquel mágico Europeo junior de Zaragoza sería capaz, en su sano juicio, de no hacerlo). Sin embargo, en este país no entendemos de templanzas: o todo hiela o todo quema, o eres el mejor o no vales para esto. Pronto dio la sensación (en parte porque muchos se subieron al carro de la apoteosis del canario sin ni siquiera saber de qué iba la película) de que Sergio era poco menos que el foco alrededor del cual orbitaba el resto de la plantilla de los Sacramento Kings. Y nada más lejos de una realidad que, forofismos aparte, dice que, con los números en la mano, Sergio es aún el tercer base de la franquicia californiana (un tercer espada de lujo, eso sí, pero tercera opción al fin y al cabo). Pero hay razones para ser optimistas (con moderación, por favor).
Los Kings son un equipo joven e inexperto pero tremendamente talentoso, en el que Sergio ha tenido la mala suerte de encontrarse a Tyreke Evans, un futuro jugador franquicia, en su mismo puesto pero también la enorme fortuna de encontrar a un entrenador como Paul Westphal, que no sólo confía en él, sino que sabe tocar la tecla justa para sacar el mejor rendimiento de un muchacho de las características del tinerfeño: algo tan simple y tan complicado a la vez como darle al ex de Estudiantes la sensación de que, si lo hace bien, va a seguir en la pista. Para un base que vive al borde del alambre como el ‘Chacho’, no hay estímulo mejor que el no tener miedo al fallo. En Portland sabía que una pérdida de balón o una acción demasiado atrevida traía consigo el banquillo; en Sacramento es perfectamente consciente de que tiene vía libre para mostrar lo que lleva dentro.
Con todo, hay más opciones que nunca de ver a Sergio siendo importante, aunque temo que pronto le cuelguen el sayo de ‘microondas’ (algo dificilísimo de borrar después en una liga que marca los roles y las jerarquías tan a fuego como la NBA). Lo único que está claro es que la senda que lleva a buen puerto es la del desparpajo. Sergio, y lo digo sin tapujos, debe ser ‘chupón’. No debe nunca perder la cabeza, pero sí debe saber cuándo soltarse el pelo, porque en esas trincheras, tan cerca del fuego enemigo (ya lo vimos en el Mundial de Japón, contra Argentina), es donde el canario se mueve como pez en el agua.
Todo para hacerse un nombre y para evitar el abismo. Porque el fracaso esta temporada supone casi inequívocamente el carpetazo a la NBA. Y el regreso a Europa acecha con vericuetos crueles e inesperados. Porque Navarro en su día volvió sabiendo que el Barça le esperaba con los brazos abiertos y Jasikevicius era perfectamente consciente de que sería el comandante en jefe allá donde encontrase acomodo en el Viejo Continente. Pero mucho me temo que la vuelta de Sergio se parecería mucho más a la de Nikoloz Tskitishvili o Mile Ilic que a la de cualquiera de los antes mencionados (¿alguien es capaz de nombrar un equipo de la verdadera élite de Europa que pudiese apostar por Sergio como base titular?).
¿Quién no recuerda la imagen del piloto kamikaze ciñéndose a la frente su senninbari o “cinta de mil puntadas” antes de lanzarse sin temor contra las líneas enemigas? Es momento de que Sergio desempolve el suyo, aquel que ya lució en Saitama, para demostrarle a la NBA que no tiene miedo. Y de paso, como hacían los pilotos suicidas nipones, huir de una derrota segura.

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