martes, 17 de noviembre de 2009

El regreso de Lorbek

FIRMA INVITADA

FRAN GUILLÉN

La relación de amor-odio de Erazem Lorbek con la ACB es, cuanto menos, poco ortodoxa. El talentoso jugador esloveno (y no sólo sobre el parquet; también es un pianista superlativo) llegó al Unicaja de Málaga hace tres años con prácticamente toda la ACB aguardando que, tras su periplo por la Fortitudo de Bolonia, se convirtiese en la Costa del Sol en uno de los jugadores referencia del baloncesto europeo.
En Italia había reconducido su carrera tras una etapa gris en los Estados Unidos que a punto estuvo de ensombrecer el extraordinario cartel con el que dejó el Viejo Continente rumbo a la universidad de Michigan State. Distinguido como mejor jugador en prácticamente todos los campeonatos internacionales que había disputado en categorías inferiores, había también cuajado en el prestigioso Torneo de L’Hospitalet una actuación antológica que le valió para que muchos hablasen de él como uno de los mejores juniors de la historia del baloncesto FIBA.
Pero algo en Málaga no funcionó. Dejó la ACB a mitad de temporada, con el rabo entre las piernas, inmerso en ese extraño círculo vicioso en el que un jugador se zambulle, preso de la ansiedad, cuando la grada, cada vez que agarra el balón, comienza a murmurar presagiando algo no especialmente bueno. Todo profesional sabe que, frente a un panorama así, lo mejor, en la inmensa mayoría de los casos, es hacer borrón y cuenta nueva en otro equipo. Y el destino le dio la razón. Ya en la Benetton de Treviso, Erazem no tardó en callar las primeras voces que ya hablaban de él como uno de tantos jugadores que no son capaces de confirmar en el baloncesto profesional todo lo bueno (lo magnífico, en su caso) que dejaban entrever cuando aún eran adolescentes.
Después de una temporada extraña, Lorbek quiso aferrarse a Italia, el país en el que jamás se había llevado sinsabores, para confirmar, con un gran año en la Lottomatica de Roma, que aún tenía mucho baloncesto que mostrar, lo que le valió el fichaje por todo un CSKA de Moscú en el que, lejos de achantarse, se confirmó como uno de los mejores ‘cuatros’ de Europa.
Y ahí llegó el verano del 2009, un presumible punto de inflexión en su carrera. Después de cuajar un fantástico Europeo liderando a una Eslovenia que, tras muchas decepciones, por fin cuajó un torneo a la altura del talento de su plantilla, Lorbek decidió sobreponerse a sus temores, coger el toro por los cuernos y retornar a una competición de la no podía olvidar que un día también entró por la puerta principal y acabó marchándose por la trastienda.

Muchísimas eran las dudas que despertaba el regreso de Erazem Lorbek. Y muchos también eran los que parecían tener claro que iba a volver a pegársela, sospechas se agravaban cuando uno asociaba los problemas del talentoso esloveno para jugar relativamente lejos del aro con el potencial de pívots puros del Barça y con un alero con tanta tendencia a jugar cerca del aro como Pete Mickeal. “Se van a estorbar, no va a haber sitio para todos” era el pensamiento casi general que sobrevolaba las mentes de los expertos. Pero la realidad es que, tras siete jornadas de ACB y cuatro de Euroliga, el de Ljubljana se está confirmando como el ala-pívot más completo del continente. Lorbek, ahora mismo, es un jugador capaz de hacerlo todo bien, compenetrándose a la perfección, además, tanto con Fran Vázquez como con Boniface N’Dong y aprovechando la inteligente maniobra táctica de un Xavi Pascual que ha impreso en su equipo una obsesión por jugar abiertos y aprovechar cada centímetro de la cancha que al esloveno le viene a las mil maravillas.
A nadie se le escapa que el Barcelona tiene la mejor plantilla de Europa. Y que sólo una hecatombe le va a separar de luchar hasta el final por todos los títulos en liza. Y todo ello es, en parte, porque Erazem Lorbek ha vuelto a la élite y lo ha hecho para quedarse. Disfrutemos.

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