Vence a Australia de forma agónica, gracias a una jugada defensiva crucial de Víctor Claver / Consigue la medalla de bronce en los últimos Juegos Olímpicos de la generación del 80
ESPAÑA 89 - 88 AUSTRALIA
Fue una penetración del Chacho a cinco segundos del final
que no encontró el aro pero sí la falta. Dos tiros libres para dentro y España
uno arriba defendiendo el bronce que era suyo, que tocaba con los dedos. La jugada
aussie, sin duda, era para Patty
Mills, enchufado, 32 puntos antes de la decisión final. El balón, en juego y
una mano salvadora de Claver que aleja el peligro. El base rival sólo consigue
lanzar desde su campo. El metal era propiedad de España, el objetivo para el
que veníamos a Rio.
Fue la solución dramática a un partido intenso en el que
España manejó hasta doce puntos, pero al que Australia se agarró con fuerza,
esa que ha tenido durante todo el torneo, la que le faltó el dia decisivo ante
Serbia, el único que no estuvo a su nivel y que le costó la final. Ya antes del
descanso habían enjugado la renta que tenía España (40 – 28) con un 0-10 de
parcial (40-38). Ya en el tercer cuarto mandaron en el marcador y en el último
acto el columpio fue la tónica general. España, uno arriba, Australia, uno
arriba.
Fue el partido de Mills (32), fue el de Gasol (30, 11
rebotes). Fue una oda al baloncesto, a la intensidad. Salió cara para España en
esos finales que se nos han negado en estas dos semanas. Ese final ante Croacia
(-2), ese ante Brasil (-1), cualquiera de esas victorias nos hubieran permitido
una final, una plata, pero el torneo es así. Cosas del baloncesto, de estos
sistemas de competición. Igual que logró Serbia un subcampeonato, ganando dos
partidos serios. Igual que a Lituania le castigó el torneo su falta de competitividad,
o a Croacia, que había sido primera de nuestro grupo, le hizo cruzarse con sus
vecinos el día que menos querían.
No es, por tanto, momento para despreciar el bronce en lugar
de la plata. Es momento para saborear una medalla impensable tradicionalmente,
posible a veces, pero muy difícil en todos los tiempos. España no se baja del
podio desde 2004 en unos juegos y en cualquier torneo, desde 1999 (18 campeonatos),
sólo en cinco ocasiones. Hemos saboreado, incluso, tres oros continentales y
dos platas olímpicas. Una hoja de servicios inmaculada.
Se nos va esta generación que nos ha dado todo y para la que
no tenemos más que agradecimientos. No se nos van del todo porque algunos han
prometido volver cuando puedan pero el sentir general es que ya, con 37, 38
años, darán cada vez menos. Algo lógico, imposible de evitar. Son generaciones
y ahora toca dar paso a otra, no menos buena, pero, en definitiva, con otros
nombres.
Lo decíamos el primer día de esta serie de artículos. El
metal era el objetivo, el oro era una quimera. Lo demostró ayer EEUU que un una
final soberbia destrozó a Serbia. Haciéndola creer que era posible el partido
de la primera fase (94-91 para USA) y lo que ha sido indiscutible es que los
norteamericanos han jugado a otra cosa en las eliminatorias a partido único. Sólo
España la sometió a algo de duda. Por eso, Scariolo estará pensando en aquellos
dos partidos del inicio. En ese tapón a Gasol ante Croacia, en ese palmeo de
Marquinhos con despiste de Mirotic.
La selección se centrará ahora en el Eurobasket del año que
viene, último que se celebrará cada dos años, pasando al formato mundial, cada
cuatro. La selección no para de progresar. Por si las bajas se acentúan (es
probable que sí) Scariolo debe manejar otras opciones. Las que conocemos todos,
no exploradas en estos juegos (Abrines, intrascendente, Pau Ribas, San Emeterio,
Dani Diez, Aguilar, que ni siquiera han estado). Las que sabemos que nos pueden
dar poderío y que no hemos podido disfrutar en este campeonato, por las
lesiones (Marc, Ibaka). Y las generaciones venideras. España apunta todavía a
no morir. Está deseosa de demostrar con un cambio de aires que aún se la puede
considerar favorita. Es hora de cambiar, difícil asumirlo, muy triste, pero es
la realidad.
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