16 de junio de 1998. Salt Lake City. Chicago vencía la final de la NBA por 3 victorias a dos, pero la serie se trasladaba a Utah y los Jazz podían darle la vuelta y ganar su primer anillo. Lo que no contaban los pupilos de Jerry Sloan es que enfrente estaba un Dios de este deporte llamado Michael Jordan.
Ese último tiro le daba el sexto anillo a los Bulls. Sencillamente impresionante. Porque no es solamente la última canasta, sino cómo le roba el balón a Karl Malone cuando Utah podía jugar con el reloj porque ganaba de un punto.
Observar cómo Byron Rusell se queda completamente parado tras el juego de piernas y cintura del gran Jordan
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